En más de una ocasión he visto que al finalizar el culto de mi iglesia un par de prospectos baterista de aproximadamente 5 o 6 años, aprovechan el momento de distracción para sentarse en el banco del instrumento y hacer de las suyas. Por más distraído que estemos despidiéndonos, es imposible no darse cuenta del ruido de unos platillos descoordinados; esta analogía me hace reflexionar sobre una comparación que hace Pablo en 1ra. de Corintios 13:1 con las personas que no demuestran amor que dice así:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido.
El metal es un instrumento cuya resonancia estruendosa podría impactar, pero no es más que un platillo hueco y ese resonar o retintineo se hace desagradable al oído.
Esta porción bíblica escrita para Corintios, una iglesia sana en doctrina pero le faltaba el ingrediente principal: el Amor. En sus tres primeros versículos Pablo le baja esta línea a los que procuraban sabiduría, conocimiento y discernimiento; a los que se sacrifican y daban a los necesitados, a todos los que ejercían sus dones pero sin amor; y los termina comparando con la Nada.
La ausencia del amor produce un vacío en el ministerio, en tu andar, en tu vida profesional; hasta se puede considerar ¡Inútil la fe y la obra sin amor!.
El amor es la esencia de Dios en nosotros, por amor Jesús vino y se sacrificó por ti y por y mi; por amor y para amar fuimos creados; es que este hermoso sentimiento hace trascender todo lo que emprendas.
Hoy es un excelente día para preguntarnos: ¿Somos acaso nosotros como ese metal o esos platillos? Si es así decidir: No más metal hueco y ruidoso!, no más retintineo, vamos a ser una hermosa melodía, agradable, que honre y glorifique al Padre y atraiga a otros a conocer al Dios que vive en ti!
¡Que el amor nunca deje de ser!
Dios te bendiga