Dedicar tiempo a organizar la partida de este mundo, pudiera parecer morboso, sin embargo, Jesús nos modela con sus indicaciones antes de morir, un amor y sabiduría exquisitos al preparar a sus seguidores para tan traumático evento, su crucifixión y partida.
Poder partir con la paz de haber establecido orden, otorga una sensación analgésica que serviría para mitigar el dolor de la separación otorgando consuelo y dirección para una recuperación idónea. Escuchar al Señor decir a sus discípulos:
«No los voy a dejar huérfanos», v.18, deja ver la gran ternura y preocupación de un padre por sus hijos.
Su muerte era inminente, por eso se toma el tiempo para asegurarles que no los dejaría huérfanos, bajo el desamparo, dolor, separación, soledad y persecución que amenazaba. ¿Qué mejor herencia que pedir el Espíritu Santo para que los consuele? Escuchen otra vez a Jesús decir: «voy a pedir al Padre, otro consolador». v.16
«Otro consolador» nos da la lectura que ya tenían uno, Jesús se ocupaba de consolar a su equipo, les daba seguimiento , los animaba, los enseñaba, los empoderaba enviándolos a practicar sus enseñanzas, les evaluaba, pero también los consolaba, afirmándolos en la misión que asumían en contra de la corriente.
Era necesario que Jesús pidiera al Espíritu Santo para acompañarlos, ¡Nadie mejor que él! Ellos ya le conocían, no era nadie nuevo, era familiar, pero esta vez el Espíritu Santo asumiría una labor más íntima: Consolarlos.
Consolar es un verbo que hace que el sujeto en sus formas activas y pasivas asuma roles complementarios, para que se haga factible y evidente la consolación misma; así que ante la partida de Jesús, el Espíritu Santo les consolaría así:
- Ayudándoles en todo;
- Recordándoles todas las cosas que Les habían sido enseñadas
- Dándoles poder
- Quitándoles tensión, al darles el don de la palabra al comparecer ante autoridades
- Otorgando dones de carácter permanente para la ejecución efectiva de sus ministerios.
- Su fruto impartido en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, templanza, fe, mansedumbre, como respaldo para recibir las fuerzas necesarias para el alto desempeño que les esperaba. *Y el mayor beneficio, mejor no podría sonar:
«He aquí, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» Mateo 28:20. Ésta era la garantía de la paz que les dejaba según Juan 14:27. «No se turben, ni tengan miedo».
En este siglo XXI, nosotros somos una de las evidencias tangibles de la promesa del Espíritu Santo; su presencia y consuelo han hecho posible que hoy haya fieles seguidores en la tierra. ¿Quién, que siga a Jesucristo cumpliendo con su llamado a obedecer sus mandamientos, se atreve a decir que el Espíritu Santo le ha dejado?
El Espíritu Santo es digno de admirar y adorar; Su paciencia y fidelidad, aquí en la tierra, cumpliendo el deseo y voluntad del Padre y su Hijo, son la Mejor evidencia de Su Consuelo protector. Ya no vemos un Espíritu Santo que se manifiesta sólo en una Shekinah, haciendo presencia en la vida de los discípulos en la manifestación de poder, ahora, ante el cumplimiento de la promesa del consolador, vemos al Espíritu Santo dando un acompañamiento aún más amplio que el que Jesús pudo hacer con los suyos cuando estuvo en la Tierra;
Ahora no hay límites, Jesús en Su Espíritu se mueve en todo lugar a la vez, como al principio, ¡Qué verdad tan consoladora! No estamos solos, ¡Dios está con Nosotros!
Autora:
Pastora Beris de Castellanos
Basado en Juan 14:15-31