¿A quién se le ocurriría comparar la realidad de una persona con estar en sus zapatos?. Una expresión que significa ponerse en su lugar para entender lo que sucede en su vida.
Pero qué pasa cuando se presentan situaciones abrumadoras, preocupantes, de esas que le dejan poca o ningún espacio a la esperanza o a la fe, que te dan ganas de huir de ella y hasta a veces deseos de que todo fuera un sueño.
Es ese momento difícil cuando ni tu mismo quieres estar en tus zapatos porque hay una mezcla de emociones y entre el miedo, la impotencia, la tristeza, la escasez, etc., te debilitan y te sientes vencido.
¡No huyas!
Es tiempo de confrontar
Tu realidad es algo latente. Por más que quieras negarla, huir de ella, ocuparte para tratarla más tarde. Ella es obediente y educada. No cambiará sola, te estará esperando dondequiera que la dejes y mientras más pasa el tiempo, peor se pueden poner las cosas.
Jesús antes de su apresamiento le dijo en oración al Padre “Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento, pero que sea tu voluntad, no la mía. Mateo 26:39 y usted sabe el resto de la historia.
Muchas de las consencuencias que afrontamos, se debieron a decisiones mal tomadas; descuidos en lo físico, espiritual, otras inexplicables, lo que sí depende de nosotros es la determinación, la fe y el coraje con que vamos a enfrentar esa situación.
El panorama para Jesús no era fácil, pero el Señor sabía que lo glorioso estaba al final, y que nada podía compararse con el significado de esa muerte y posterior resurrección.
¡Confía en Dios! Vuelve a tus zapatos, aún aprieten, lastimen, cambia la perspectiva con la que ves tu realidad. Actúa en fe, sana, cierra ciclos, brechas, quita, pon y verás como todo empieza a tener un orden.
La realidad puede ser amarga. Pero confiar en Dios en medio de ella, endulza el alma.
Dios te bendiga de manera especial.
Agueda Suárez